Me
apetece escribir sobre el pasado viernes.
Lo
que iba a hacer distinto ese viernes era que tenía que ir a Barcelona a por
unas personas. No tenía que llegar el mismo viernes, por lo que más
relajadamente empecé a pensar en las opciones que tenía. La que más me motivaba
era la de dormir en el camino, ya que estaría ya en marcha y podría aprovechar
para ver y descansar en la naturaleza. ¡No era mala idea despertarse
escuchándola!
Tenía
4h30’ para hacer todo eso; el tiempo suficiente.
El
jueves por la noche me llamó una amiga para hablar sobre un tema que le estaba
preocupando, sobre el que hablaríamos el viernes al mediodía por su urgencia.
Éste fue el primer cambio en los planes. Había que adaptar lo pensado, aunque
todavía no sabía como.
Decido
ir haciendo sobre la marcha lo premeditado
y ver como voy de tiempo para cada cosa y adaptar.
El
segundo cambio vino al estar montando la furgoneta: una de las luces estaba
fundida. Tenía que poner una nueva para el viaje.
Se
supone que cambiar las luces es algo sencillo (menos en algunos coches) y probé
a hacerlo, me apetecía hacerlo por mí mismo y experimentar. ¿Por qué no?
Más
o menos sabía como se hacía. Quité una de las luces, pero no era la fundida, me
equivoqué. J.
Quité la que era y ví que no tenía de repuesto (poco previsor).
Ya
era un poco tarde, así que adapté el horario y decidí unir la compra de comida
con la de las bombillas (para tenerlas ya a mano la próxima vez) en el mismo
lugar, un centro comercial con una tienda de accesorios de coche al lado. (Hay
que aceptar que a veces vienen muy bien). Buscar soluciones que simplifiquen
nuestras necesidades.
Después
de hablar al mediodía con la amiga, trabajar y hacer las compras pertinentes,
llego a casa. Ya son las 22:30. Empieza a hablar esa vocecilla que nos dice que
las cosas son imposibles, que es tarde, que mejor haces mañana, que no vas a
poder…
Sigo
haciendo. Pongo la compra en su sitio. Preparo la cena. Empiezo a hacer la
maleta. Ceno. Pongo el Tour mientras ceno y… ¡Etapón! Me engancho a la gran
etapa de ese día que no pude ver.
Y
empieza el conflicto entre mis deseos y mis voces internas: “vamos, a la furgo
y en marcha”, “no, no, quédate descansando y sales mañana”, “es muy tarde”, “te
despertarás con el sol, entre árboles, junto al río…”, “te va a entrar el
sueño”…
Y
me acordé de la frase que dice un amigo y cliente mío que me ayudó a conectar
con mi parte que más quería ser escuchada: “Si quieres tener un año en el que
des el 100%, tienes que empezar desde el principio a dar ese 100%” (Gracias Ion. La foto también es tuya, me gusta)
Era
un poco tarde, pero mi cuerpo y mi mente querían despertarse en otro lugar, ya
en marcha, en camino y viviendo ese 100% con el que llevaba todo el día. Y Para
ello, tenemos que salir de esa zona cómoda, de confort, y dar un paso adelante.
Sabemos qué es lo que queremos y lo que nos llena, qué hace que estemos en ese
100%, en esa plenitud, haciendo lo que nos equilibra.
Yo
ese día lo tengo como el día que volví a ser consciente de ese 100%. De haber vivido ese día, aprovechado cada
momento.
¿Cuánto
estas dando tú hoy de ese porcentaje?
Y,
ahora mismo, ¿qué te ayudaría a darlo?
Pues… si lo quieres, ¡vamos a por ello!