lunes, 27 de mayo de 2013

Decisión - ¡Dame lo que necesito!

Día a día vas pensando en que la idea se va haciendo más fuerte. Te convences de ello. Lo analizas. Lo aclaras. Lo ves claro.

Estás ahí, construyendo, llegando a tu meta. La ves. La hueles. La sientes.

Sientes la emoción bullendo por tu sangre. La energía sale de tu cuerpo. Vas a mil.

Y es el momento en el que algo perturba ese nivel sensorial que te está empujando a todo gas.

De repente aparece algo en el camino que hace que esa velocidad caiga en picado y te haga mirar otra vez a tu alrededor y controlarlo, si te da tiempo, antes de estrellarte.

Te levantas. Miras alrededor. Ves estrellas, pajarillos en tu cabeza. No sabes que ha pasado. Sólo sabes que te has parado.

Mi opción es ver que ha pasado para reducir la velocidad, pararme o estrellarme: ¿Se ha roto el coche? ¿Había algo en el suelo? ¿Me he despistado con algo a lo que no debía prestar atención? ¿Estaba pensando en otra cosa y me he olvidado del camino?

Hay veces en las que somos nosotros los que nos despistamos, solos; otras veces algo externo nos hace desviar la mirada y perder el control (la mujer de rojo de Matrix) y otras ambas se unen.

Es lo que me ha pasado. Encontrarme en  un punto con convicción, sabiendo el camino a seguir y la dirección correcta. Con fechas.

De pronto, aparecen opciones que antes deseaba, surgen otras opciones nuevas y surgen como alternativas a ese único camino que existía. Tienes que elegir. Otra vez.

Puede que pueda caminar a la vez por dos caminos. Puede que al final se unan en uno sólo todos estos. Y puede que termine en otro distinto.

Pero yo sé que ahora mismo quiero ciertas cosas, las necesito; y eso es irremediable. No es mi momento de dudar y/o reflexionar sin sentido o fin.

Pienso en la gente que es grande y muchas veces al pensar en ellos decimos: “ha hecho lo que ha querido”. Pero estamos equivocados. Yo ahora digo: “Ha hecho lo que ha necesitado hacer”.

Por eso me pregunto: ¿Qué necesito hacer yo?

Y la respuesta a mi duda aparece


lunes, 20 de mayo de 2013

Corriendo


Ayer salí a correr. Realicé algo que tenía en mente desde hacía días, correr por el monte para probar unas zapatillas minimalistas en un terreno irregular y más blando (¡cuando no hay piedras!).

Después de unos días lloviendo y sin realizar ejercicio en el exterior, al fin salió el sol. Era el momento de probar: barro, roca mojada, agua… Era el momento perfecto de olvidarse de todo y disfrutar del momento.

Cogí el coche y fui a casa de mis padres, al lado del monte Ulia, sobre el que realizaría mi andadura. Bajé del coche y cogí lo necesario: cámara de fotos, mochila de 6’5litros con el móvil y una camiseta térmica gordita por si se me hacía de noche. Me puse las gafas de sol y empecé a subir hacia arriba, saltando una valla que separa la comunidad de vecinos de mis padres del camino público. Estaba feliz, henchido por hacer al fin algo que deseaba desde hacía tiempo: ¡lanzarme a la aventura!

Miraba el pulsómetro para no pasarme de pulsaciones. Caminaba cuesta arriba y corría en el llano y en las bajadas. Las zapatillas agarraban muy bien, el suelo estaba blando, no tenía miedo de torcerme el tobillo, el agua que pisaba e introducía en la zapatilla y el calcetín no me molestaba (al contrario, me hacía sentirme más vivo).

Era muy consciente de todo lo que hacía. Y estaba a gusto. Pero no del todo. No estaba viviendo el momento. Me paraba a sacar fotos de los lugares, para enseñarlos, o reflexionaba sobre el blog, cursos, clases…

Tenía ruido de fondo en mi mente. Me estaba pre-ocupando de otras cosas que no debían de estar allí.

Me hice consciente de ello. Me paré en una roca e intenté cambiar de forma de estar:
 quería disfrutar al 100%. Miré el pulsómetro y marqué un lap para no volver a mirarlo e ir a sensaciones, guardé la cámara y decidí no sacar más fotos e hice un esfuerzo por centrarme en el terreno que tenía debajo y alrededor.

Al llegar a casa reflexioné sobre ello. Estaba excitado cuando realizaba la actividad, ansioso, queriendo hacer demasiadas cosas a la vez (y en realidad ninguna).

Echado hacia delante, todo lo que tengo alrededor va deprisa…  Así es como me veo en esa emoción.

Mi mente estaba en mil sitios y mi cuerpo en otro. Lo importante, fue hacerme consciente de mi estado, cambiarlo y aprovecharlo como quería de verdad. Lo significativo fue que fui consciente de que no estaba en el lugar donde me encontraba

Esta semana este es el reto: Ser consciente de: el momento en el que me encuentro y si mi mente está ahí conmigo. Decidir en ese momento consciente que quiero hacer con esa situación: vivir el momento plenamente o hacerlo con ruido de fondo.

domingo, 12 de mayo de 2013

Escucha, conoce, siente


Nos despertamos, ya con esa energía nueva, la que sabes que necesitas tener durante el día. Y que sabes que si en algún momento la pierdes, simplemente con pensar en qué quieres, la recuperas. Y sigues viviendo el día.

Las emociones que tenemos a lo largo del día nos dan señales de cómo está yendo el mismo.

Esas emociones nos van diciendo donde estoy en esa fluctuación de energía que es el día. Pero muchas veces nos negamos a escuchar nuestro cuerpo o tenemos demasiado ruido alrededor para centrarnos en nosotros. La prisa, el exceso de estímulos, el estrés, etc. distorsionan nuestra realidad interior y hacen que no sepa muy bien qué siento y qué decido.

Conocer mis emociones me ayuda a saber quien soy y en consecuencia a actuar. Por eso, os propongo un ejercicio sencillo:

Ejercicio:
1- Busca una postura que te haga sentir como tu ser se expande, aumenta de tamaño y tu cuerpo crece,  se agranda…
2- Ahora es el momento de sentirte pequeño. Quieres protegerte de todo lo que hay alrededor.

Busca lo que a ti te hace sentir esto, sin ideas previas. Es la mejor forma de explorar, sentir, conocerte a ti mismo. Las posturas que conoces te las han dado otros. Explora la tuya.

No te fijes solamente en la postura, sino en señales internas y externas que puedas tener. Ayudarán a que la amplitud sea mayor. Puedes fijarte en la longitud de tu cuerpo, el espacio que ocupa, que músculos están tensos y cuales más relajados, como tienes el abdomen, la espalda, los pies, las piernas… los diferentes segmentos y partes de tu cuerpo te informan.

Lo que sacaremos de aquí será lo que siento en estas posturas concretas en ese preciso momento. Pero esto es muy difícil tenerlo en el día a día, por lo que fijarnos de vez en cuando en lo que siento, ¡tampoco está de más!

Apunta lo que vas sintiendo, las emociones más fuertes del día en un cuaderno (ejercicio 2) Nos ayuda a conocernos y entender las emociones y sentimientos que tenemos.

El reto de esta semana entonces es: escucha, siente, conoce

domingo, 5 de mayo de 2013

Lunes


Tiii Tiii Tiii

Suena el despertador. En mi mente ya empieza a aflorar alguna idea. Sin querer empiezo a pensar.

Las primeras ideas que nos vienen podrían ser:
Ya está sonando
Que me deparará este día
Que tendré que hacer
Y que más cosas me saldrán

Si probamos a ponerle una entonación en la que nos despertamos hambrientos de lo que nos espera el día, a cada frase que leas, te irás llenando de energía.
Si en cambio, pensamos en que cada frase es una piedra que se introduce en esa mochila que todos llevamos en la espalda, ésta va pesando cada vez más. Esto me irá deformando la posición natural y hará que vaya agachado para el resto del día.
Son dos situaciones totalmente distintas que se nos pueden presentar cada mañana (o momento). En una, estamos dispuestos a lo que vaya pasando, con una mentalidad abierta que hará que nos podamos adaptar a las situaciones que nos surgen. Aceptamos lo que nos ha venido.

En la otra, tenemos una predisposición a lo que irá pasando, ya damos por hecho que algo irá de esa forma.

La idea que me gustaría transmitir al final es esta: la decisión está en nuestras manos. La tenemos nosotros.

Durante el día tomamos muchísimas decisiones. Cada vez que decido, es una forma de mostrarme ante ese día, con una energía que me hará más o menos pesada la mochila.

Lo bueno es, que en cualquier momento del día puedo pararme un instante, analizar y decidir cambiar el curso del mismo. Eso es magia: cambiar el curso de un día tomando una decisión en ese preciso momento, decidir qué actitud tomar.

Piensa en cómo has salido de la cama y en cómo ha influido en esa primera mirada al espejo a la que te enfrentas cada m
añana. ¿Qué quieres hoy?

Es el momento de decidir